sábado, 7 de febrero de 2009

El fenómeno Cuba en Ginebra
Fausto Triana - Prensa Latina
Una lógica empírica serviría para preguntarse las razones que convierten a Cuba en un protagonista de lujo en el Consejo de Derechos Humanos (CDH) de Naciones Unidas, con un respaldo significativo a sus postulados.Para llegar a las respuestas se requieren de varios análisis, pero la extensión es un pecado capital en un concierto mediático que no siempre tendría la frialdad de resaltar, como debiera, el éxito del Examen Periódico Universal (EPU) de la Isla.
Son 16 las delegaciones que pasarán el EPU del CDH en Ginebra hasta el 13 de febrero, pero ninguna –y esta es una verdad absoluta-, despertó tantas expectativas y entusiasmo como el informe cubano.
Se inscribieron más de un centenar de naciones para emitir sus criterios, la sala XVII del Palais de Nations se mantuvo repleta y por primera vez las autoridades de la o­nU marcaron el territorio para el palco de prensa.
Algunos elementos aislados soñaban con volver a las prácticas de la desacreditada Comisión de Derechos Humanos, suplantada por el actual Consejo, y se vieron amargamente sorprendidos al constatar que los tiempos cambian.
A falta de tiempo, solo pudieron usar de la palabra 60 países, 51 de los cuales encomiaron los logros de Cuba en educación, salud, emancipación de la mujer, proyectos sociales y culturales, y sobre todo, su vocación altruista de solidaridad internacional.
La mención al bloqueo de Estados Unidos fue casi una constante en los oradores, aceptado como asunto vital que ha perturbado el desarrollo de la Mayor de las Antillas.
Una frase de la ministra cubana de Justicia, María Esther Reus, quedó grabada en el escenario:
"Aceptamos todo tipo de diálogo con la tónica del debido respeto y la transparencia, pero rechazamos que se use el tema de los derechos humanos con fines injerencistas para atentar contra nuestra independencia y soberanía". En una pantalla gigante podían verse a las comitivas registradas para expresar sus opiniones. No era complicado anticipar cuáles iban a repetir la misma fraseología del pasado, todos pertenecientes a los países desarrollados.
Tampoco ninguno de ellos pudo prever que Sri Lanka terminara su emotiva intervención con un Hasta la Victoria Siempre que rompió el sopor diplomático con una sonada ovación.
De todas formas, los grandes monopolios de la información se encargarían de silenciar hechos tan evidentes para dedicarse, como es habitual, a hurgar en los supuestos lunares. Tal vez sería interesante que los medios occidentales pasaran alguna vez su EPU.
Cuba logra amplio respaldo en el Consejo de Derechos Humanos
La mayoría de los países que emitieron criterios sobre el informe presentado por la Isla ante el Consejo de Derechos Humanos se manifestó de forma constructiva y con signos de admiración
Reconocimientos a sus éxitos en educación, salud, solidaridad internacional y defensa de su soberanía, descollaron hoy en las intervenciones de diversos países sobre el informe de Cuba ante el Consejo de Derechos Humanos (CDH).
Se trató del ejercicio de Examen Periódico Universal (EPU) en el grupo de trabajo de este órgano de la o­nU, que ya examinó desde su instauración a 54 naciones.
La introducción del texto estuvo a cargo de la ministra cubana de Justicia, Maria Esther Reus, quien explicó que para su elaboración se hizo un amplio proceso de consultas con la sociedad civil y más de 200 Organizaciones No Gubernamentales (ONG).
Subrayó que su país concede gran importancia al EPU y la principal cualidad del sistema político cubano es su capacidad para el constante perfeccionamiento en función de las necesidades planteadas.
«Es un proyecto genuinamente autóctono, fundado en una rica historia de lucha por la igualdad y la solidaridad entre los hombres y las mujeres, la independencia, la soberanía, la no discriminación y la justicia social», puntualizó.
La titular terminó su exposición remarcando el apego de la Isla a los principios de objetividad, imparcialidad y no selectividad que deben caracterizar la cooperación internacional en materia de derechos humanos, siempre abierta al diálogo.
Luego se dio paso a los delegados. Se inscribieron más de un centenar de países para emitir sus criterios, pero por razones de tiempo sólo 60 pudieron hacerlo, 51 de los cuales se manifestaron de forma constructiva y la mayoría con signos de admiración.
Nota de color que rompió con el estilo de diplomacia acartonada del EPU fue la intervención del embajador de Sri Lanka, quien no escatimó en palabras de reconocimiento a Cuba, a la que calificó de país de vanguardia en la colaboración con el Tercer Mundo.
Mencionó los avances de la mujer, el apoyo de la Isla a la causa contra el apartheid, las misiones médicas y de alfabetización, la asistencia para enfrentar las consecuencias del tsunami en Sri Lanka y el terremoto en Pakistán, entre otras.
Terminó con un Hasta la Victoria Siempre, que arrancó una cerrada ovación en el Palais de Nations de Ginebra.
Frases como «impresionantes resultados», «mejor muestra de expresión popular de la democracia», «profundo compromiso con la solidaridad internacional pese al bloqueo de Estados Unidos» y «Revolución que dignifica a su pueblo», se escucharon en la sala.
Razón por la cual el viceministro primero de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, se congratuló del contraste alentador y respetuoso que dominaba el ambiente, a diferencia de las antiguas prácticas manipuladores y de doble rasero.
Las tres horas de deliberaciones llegaban a su fin después de que entre otros, oradores de Suráfrica, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Filipinas, Ecuador, México, Jordania, Pakistán, Argelia, China, Rusia, Trinidad-Tobago y Jamaica consumieran sus turnos.
Para completar aspectos de la información, otros integrantes de la delegación cubana abundaron sobre el sistema judicial, parlamentario, trabajo y seguridad social, e informática y comunicaciones.


Del saber, la crítica y el diseño
Por: Alfredo Guevara
http://www.juventudrebelde.cu/opinion/2009-02-04/del-saber-la-critica-y-el-diseno/,


Building a New Policy for Latin America
Killing the Monroe Doctrine
By SAUL LANDAU and PHILIP BRENNER
President Barack Obama could swiftly improve U.S. relations with Latin America by announcing the death of the Monroe Doctrine and then presiding over its funeral. Such a statement would cost him little domestically, and win him praise and appreciation throughout Latin America and much of the world.
Most Americans don't know the details of this 185-year-old policy and could care less about it. Latin Americans, in contrast, not only can describe the Monroe Doctrine, but they revile it. In effect, it has become nothing more than hollow rhetoric that offends the very people it purports to defend.
In 1823, Secretary of State John Quincy Adams wrote, and President James Monroe proclaimed, a doctrine that asserted U.S. political character is different from Europe's. The United States, President Monroe declared, would consider the extension of Europe's monarchical political influence into the New World "as dangerous to our peace and safety." European powers should leave the Americas for the Americans, he warned, and he strongly implied that there existed a U.S. sphere of influence south of the border.
At the time, Europe shrugged. After all, the United States possessed neither a formidable army nor navy. But three serious problems fundamentally vitiated this apparently noble gesture to protect newly independent republics in South America from European re-colonization.
First, Washington proclaimed it unilaterally. Latin Americans didn't ask us for protection. U.S. diplomats didn't even consult their counterparts. That was ironic, since the Doctrine's "protection" involved placing the United States between Latin American countries and supposedly malevolent European states.
Second, its paternalism — the claim that "our southern brethren" lack the ability to defend themselves — raises hackles in Latin America. Even if the implication had some validity at one time, it no longer corresponds to the region's reality.
The third and most problematic issue Obama faces from the outmoded doctrine relates to its legacy. For more than a century, the United States has periodically intervened in the domestic affairs of Latin American countries. Typically the United States invoked the Monroe Doctrine — without threats from Europe — to justify self-serving intrusions that have inflicted heavy damage on Latin American dignity and sovereignty.
Roosevelt Corollary
Under President Theodore Roosevelt, the doctrine stood for the informal colonization of most "independent" Caribbean Basin countries. The so-called Roosevelt Corollary to the Monroe Doctrine claimed Washington's right to preemptively intervene and occupy a Latin American nation, even if no European power had yet threatened to impose its power there. Roosevelt asserted that by virtue of going into debt to a European bank, a Latin American country weakened itself sufficiently to be vulnerable to re-colonization. Ergo, anticipatory military intervention became a necessity from 1900 to 1933.
U.S. troops invaded Colombia in 1901 and 1902; Honduras in 1903, 1907, and 1911; and the Dominican Republic in 1903, 1904, 1914, and 1916, occupying the island nation until 1924. U.S. troops landed in Nicaragua on multiple occasions, occupying it for some 20 years, and occupied Cuba for three years (1906-1909) and Haiti for 20 years. U.S. forces also made incursions into Mexico, Panama, Guatemala, and Costa Rica.
President Dwight D. Eisenhower used the doctrine in 1954 to justify the overthrow of a democratically elected government in Guatemala. President John F. Kennedy embraced it from 1961 to 1963 in attacking Cuba, and President Lyndon B. Johnson raised its banner in 1965 when he sent 23,000 Marines into the Dominican Republic in support of generals who tyrannically governed the country over the next 13 years. President Ronald Reagan said it was the basis for the CIA wars he pursued in Nicaragua, El Salvador, and Guatemala during which more than 200,000 Central Americans died, as well as the U.S. attack on Grenada.
For these historic reasons, "Monroeism" carries a deeply negative meaning in Latin America and the Caribbean. Throughout the region, the mere mention of the Monroe Doctrine hints at impending U.S. aggression.
Nearly two decades after the Cold War's demise, U.S. policy elites still cling to this doctrine as an axiom of U.S. policy. In recent years they added as the latest corollary a demand that Latin American governments adopt neoliberal economics. No wonder Latin Americans have elected leaders — in Argentina, Brazil, Bolivia, Chile, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Guatemala, Honduras, Uruguay, and Venezuela — who repudiated not only the doctrine's implied hegemony, but the economic rules that accompany it today. Notably, not one Western hemispheric country supported the United States in October, when the UN General Assembly voted 185-3 to end the U.S. embargo against Cuba.
The Ballots Did It
Over the last decade, citizens in Venezuela, Brazil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, and other Central American nations have declared their opposition to U.S.-backed neoliberal economic policies and voted for candidates who eschew the notion of perpetual U.S. hegemony. Ballots, ultimately, killed the doctrine. This new wave of leaders is challenging U.S. supremacy. Last year, Bolivian President Evo Morales did what would have been unthinkable two decades ago: He evicted the U.S. Drug Enforcement Agency. Ecuador has kicked out a U.S. military base.
Most Latin American nations now defy the United States on some major policy. Chile and Mexico, both Security Council Members, voted against Washington when the key UN resolution arose that would have sanctioned Bush's invasion of Iraq. And U.S. influence has been further eroded by the stronger diplomatic, economic, and military ties with China, Russia, and Iran that several countries in the region are developing.
Given the facts, President Obama should announce as soon as possible — and no later than the mid-April Summit of the Americas in Trinidad that he's slated to attend — that the Monroe Doctrine is dead and buried. This move could serve as a rhetorical catalyst for developing real partnerships that acknowledge Latin America's new status. Only the funeral of this 19th-century canon will enable the United States to birth a healthy policy.
Philip Brenner is a professor of international relations at American University. His most recent book is A Contemporary Cuba Reader (Rowman and Littlefield, 2008).
Saul Landau is vice chair of the Institute for Policy Studies board of trustees. His most recent bbok is A BUSH AND BOTOX WORLD (CounterPunch / AK Press).
This essay was originally published by Foreign Policy in Focus.

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