Obama ha venido desplegando una política continuista en materia militar, que en algunos casos ni siquiera ha implicado un cambio de forma respecto de la administración Bush
Carlos Fazio - La Jornada
Desde que llegó a la Casa Blanca, el presidente Barack Obama ha venido desplegando una política continuista en materia militar, que en algunos casos ni siquiera ha implicado un cambio de forma respecto de la administración Bush. En nombre de la defensa de la patria y de una pretendida democracia universal, la maquinaria global de destrucción y muerte del Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia fabrica crisis, guerras asimétricas y enemigos por doquier.
Con su culto a la violencia y a la muerte, la barbarie imperial es apoyada por distintas instituciones de gobierno en Washington, think tanks, medios de difusión masiva corporativos, y mandarines e intelectuales al servicio de una estructura de combate unificado que, en el marco de una estrategia de espectro completo y en defensa de la seguridad nacional, ha creado una atmósfera de terror y miedo internacional, al tiempo que intenta legitimar los bombardeos punitivos contra países fabricados como Estados canallas y/o fallidos, el uso de la tortura , las desapariciones forzadas y las ejecuciones extrajudiciales contra presuntos terroristas.
La diplomacia de guerra de Washington sigue una agenda de militarización global diseñada cuidadosamente. En la escalada militar mundial los planificadores del Pentágono han previsto diversos escenarios. En ese esquema, Cuba y Venezuela siguen ocupando el lugar principal en el eje del mal latinoamericano. De allí que ambos países sean el objetivo estratégico a destruir mediante acciones de desestabilización encubiertas y la orquestación de guerras sucias mediáticas, aunque en la etapa se puedan ensayar golpes de Estado e intentonas separatistas con apoyo paramilitar en naciones consideradas los eslabones débiles de la cadena. Verbigracia, la fallida asonada policial en Ecuador contra el presidente Rafael Correa y el también fracasado affaire secesionista en la Media Luna boliviana, que en 2008 buscó derrocar a Evo Morales.
En el caso cubano, desde hace medio siglo el imperio ha ensayado todo tipo de agresiones. Ha recurrido a la invasión militar directa por la vía mercenaria (Playa Girón, 1961), a la guerra sicológica y bacteriológica, al bloqueo criminal (con la intención de asfixiar económica, financiera y comercialmente a la isla y rendirla por hambre) y a acciones de sabotaje y atentados terroristas de distinto tipo. También, de manera sistemática, la guerra secreta de la CIA y la FBI contra Cuba ha utilizado a grupos anticastristas contrarrevolucionarios con sede en Miami, en particular la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) y otros exponentes de la ultraderecha paramilitar, como el Consejo por la Libertad de Cuba (CLC), Alpha 66 y La Rosa Banca, apelando a acciones terroristas e incluso a transmisiones ilegales y subversivas por radio y televisión, con el objetivo de fabricar una disidencia interna como cabeza de playa para justificar y legitimar una invasión a la isla.
En apariencia, lo más paradójico es que en pleno siglo XXI y tras la llegada al gobierno de Obama, cuando parecía que el terrorismo anticubano impulsado por Washington había pasado de moda, congresistas estadunidenses intenten reactivar organizaciones de esa índole. Entre ellos destacan varios legisladores vividores, que han acumulado poder, mala fama y fortuna merced a la industria de la contrarrevolución, como Lincoln Díaz-Balart, Ileana Ros-Lehtinen (la Loba Feroz), Bob Menéndez y Albio Sires, protectores todos de terroristas confesos como Luis Posadas Carriles, prófugo de la justicia venezolana, quien, refugiado en Miami, mantiene vínculos con la CIA.
Las recientes declaraciones de Francisco Chávez Abarca, uno de los principales eslabones de la conexión centroamericana de Posada Carriles y varias organizaciones extremistas de Miami, quien fue detenido en Venezuela en julio pasado y deportado a Cuba, revelan la continuidad de las acciones terroristas y paramilitares contra la isla y abren nuevas interrogantes sobre la complicidad entre la CIA, el FBI, la FNCA¸ Posada Carriles y congresistas anticubanos del Capitolio.
Chávez Abarca reveló que entre los planes actuales de Posada Carriles figura la intención de hundir barcos cargados con petróleo venezolano en tránsito hacia La Habana. También aseveró que la FNCA ha destinado este año casi 100 millones de dólares en planes antivenezolanos, por considerar a ese país como la columna financiera de Cuba, Ecuador, Bolivia y Guatemala.
Dichas revelaciones echan por tierra la actual estrategia de la Fundación Nacional Cubano-Americana (amiga, por cierto, de la fundación de Vicente Fox y patrocinadora de su campaña electoral en el año 2000), de aparentar haberse convertido en un partido político, civilista y pacífico, y vienen a ratificar que su principal línea de acción e instrumento para destruir a la revolución es el terrorismo.
Queda desnudada, también, una vez más, la doble moral y el lenguaje dual de la administración Obama-Clinton. Ante el desmoronamiento de la imagen moderada y conciliadora que había intentado proyectar la Fundación Nacional Cubano-Americana –que, como exhibe Chávez Abarca, sigue financiando y apoyando las actividades terroristas de Luis Posadas Carriles y sus secuaces contra Cuba, Venezuela y otros países del ALBA–, la pasividad de la Casa Blanca y el tratamiento que le da la justicia estadunidense a Posada los hace cómplices y protectores de este viejo guerrero sucio de la CIA. Asimismo, la bravucona amenaza de Posada Carriles de querer atacar intereses de Cuba y la izquierda, donde quiera que estén, descobija la tramoya de la guerra al terrorismo de Bush y el tándem continuador de su política, Barack Obama-Hillary Clinton, y viene a demostrar que las actividades que realizaban los cinco héroes cubanos para proteger a la isla del terrorismo respondían a un estado de necesidad y que su prisión en Estados Unidos es injusta.
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