Tercer Mundo: cada seis segundos muere un infante, por hambre; el 80 % de sus ingresos es para alimentos —y el otro 20 % es para educación, salud, vivienda, electricidad, agua... y pagar el funeral.
...Ninguno es cubano...
Noel Manzanares Blanco
Hace 21 años, la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) proclamó el 16 de octubre —en coincidencia con la fecha de fundación de esta agrupación en 1945— como el Día Mundial de la Alimentación, con el ánimo de concientizar a las poblaciones sobre el problema alimentario mundial y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza.
A esta altura, sin embargo, la FAO tiene poco de qué vanagloriarse. Según sus propias fuentes, por primera vez en tres lustros las personas que pasan hambre crónica en el mundo bajará en número en 2010, pues este año habrá 98 millones menos que en 2009 —sin perder de vista que salen de las estadísticas infantes, adolescente, jóvenes y adultos que muere anualmente como consecuencia de guerras y otros desastres naturales.
Pero las cifras continúan "inaceptablemente altas", toda vez que llegan a los 925 millones los habitantes aquejados del flagelo, incluyendo que cada seis segundos muere un infante por malnutrición. Como si fuera poca esta desgracia, en el Tercer Mundo además se consume el 80 % de sus ingresos en la compra de alimentos —y el otro 20 % es para educación, salud, vivienda, electricidad, agua... y pagar el funeral.
Entretanto, el panorama en Cuba en este asunto es cuantitativa y cualitativamente distinta, amén de referencial —si el juicio se realiza con la mayor objetividad posible.
Desde ya, aclaro que tengo plena conciencia de que sobre el tema en cuestión la Mayor de las Antillas escapa a un escenario de “vacas gordas”. Algunos estudios dan cuenta, incluso, que la población cubana dedica como promedio dos tercios de sus ingresos salariales como promedio por concepto de adquisición de alimentos.
Mas, el examen en el tema de marras y el Caimán Verde devela otras aristas que permite apreciar el porqué asistimos a un teatro divorciado del infierno.
Es palpable que un mínimo de productos alimenticios llegan a la población mensualmente a precios subsidiados, al tiempo que se obtienen modestos resultados en la producción agropecuaria —indicador atentatorio del alza de los costos de la comida para el pueblo.
Igualmente, cubanas y cubanos disfrutan simultáneamente de bondades que son sueños muy lejanos para la inmensa mayoría de habitantes del Sur y no pocos del Norte. Baste con mencionar las gratuidades en educación, salud, cultura, deporte, y el elevado número de ciudadanos (as) propietarios de sus viviendas.
Si a ello le agrego que en el tema de la alimentación tampoco se debe despreciar los marcados obstáculos que enfrenta Cuba por concepto del más largo Bloqueo económico que registra la Historia —y nótese que he dejado fuera del asunto las afectaciones por la crisis económica internacional y los efectos de los ciclones de 2008—, entonces se comprende mejor que no exagero al decir que Cuba constituye un referente para la FAO y más allá de sus fronteras.
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